Desde tiempos inmemorables,
se han escuchados y luego se escribieron, esas historias, cuentos
y relatos sobre los momentos que hay en la vida entre los buenos y
malos tiempo, tanto en las ciudades y pueblo, como entre los seres humanos.
Uno de
los más conocidos es el relato bíblico de Josué, hijo de Jacob, que
fue vendido en el desierto a una caravana que iba hacía Egipto.
Luego fue recomendado al Faraón por interpretar algunos sueños con mucha
exactitud. El Faraón le cuenta su sueño de las sietes vacas gordas y las sietes
vacas flacas, por lo que su sugerencia fue ahorrar un porcentaje en tiempos de
abundancia para tener lo suficiente en tiempos de escasez, lo demás todos lo
sabemos (Génesis 41).
Desde
allí hemos aprendido -no así llevado a la práctica- sobre cómo comportarnos
durante ambos tiempos. Lo cierto es que en Venezuela no se ha podido nunca, en
ninguno de los sectores (tanto políticos, empresarios y gente común) realizar
esta práctica en ninguno de los tiempos. Más bien nos hemos dedicado a gastar o
a endeudarnos más en los tiempos de escasez.
En los últimos siete años (hablando de las vacas en el sueño del Faraón) en
este país se podía comprar, vivir, comer, viajar... pero aun así la gente se
quejaba (y aun lo hacen) cuando regresaban de los viajes en el extranjero. Creo
que tuvimos años de abundancia pero al mismo tiempo de despilfarro. Unos años fueron para los cogollos políticos y
empresariales que se daban la gran vida “negociando” con el Estado, mientras
que al venezolano lo llamaban flojos a pesar de levantarse temprano a trabajar
en las empresas que se maneja desde el extranjero.
Luego vinieron
los años en que se repartió la renta petrolera entre todos los venezolanos y
extranjeros que han hecho vida en este país de gracia. Todos, sin excepción
hemos tomado un pedazo de esa renta en sus diferentes facetas. Nos
acostumbramos a ir a restaurantes caros y baratos, discotecas, carros, ropas y
zapatos de todo tipo (cambiando de moda cada mes) a vivir de un consumo
descontrolado, de un gasto no planificado y a botar lo que nos estorbaba, en
fin… nos acostumbramos a comprar todo y no producir nada.
Ahora tenemos a un Estado que
se nos cae encima, se nos vienen las vacas flacas, y no asumimos que somos
culpables del desgaste del Estado que, aun muriendo amamanta con sangre para
que sobrevivamos. Ahora, al igual que el hermano egoísta, le echamos la culpa
al otro para no asumir responsabilidad por el florero roto, bueno… así nos
acostumbraron y con ejemplos. ¡La culpa es del Estado que me dio todo, tenían
que prevenir el futuro sin quitarme nada! Me perece escuchar casi exactamente
esta frase, ¡claro! sin el montón de improperios y amenazas…
No asumimos ningún tipo de
responsabilidad en esto. Ahora tenemos los tiempos malos y queremos irnos, no
buscamos ni proponemos soluciones, no colaboramos, entorpecemos a todo lo que
se quiera hacer para mejorar. Ya vamos rumbo al desastre provocado gracias a
nuestro comportamiento, previsible por los que quieren ver al país en
desgracia, suplicando por la ayuda que nosotros mismos podemos y debemos dar.
Ya basta de nosotros,
actuemos a favor de los que vienen, ya nosotros vivimos y lo hicimos mal en los
tiempos buenos, nos toca ahora tomar al país en hombros en tiempos malos y
encaminémoslos al futuro próximo.