viernes, 28 de octubre de 2016

LAS COLAS DE LA MUERTE

Por todo el país se producen colas que parecen interminables. Colas de gente en espera para entrar a un establecimiento donde llegaron los productos subsidiados por el Gobierno pero que en realidad los únicos beneficiados son los empresarios que cada vez se hacen más ricos (en dinero) con dólares a bajo costo (y también las mafias enquistadas en el corretaje del sistema)

También existen colas del mismo modo interminables pero de gente esperando en algún establecimiento a ver si llegan estos productos subsidiados. Esas son verdaderamente deprimentes porque si no llega nada, el esfuerzo no valió la pena.

Pero solo por esta razón no es que estas colas son “colas de la muerta” resulta que los alimentos por los que nos peleamos tanto, los que nos dicen que debemos consumir en cantidades junto a nuestro núcleo familiar son los que a futuro no muy lejano tienen tendencia a matarnos. Su consumo constante nos producirá enfermedades que si muchas son controlables, también tenemos que tomar en cuenta que la situación médica a nivel de medicamentos sufre también un revés planificado por quienes nos quieren ver de rodillas a costa de nuestra propia inconsciencia.

Hacemos colas provocando a la muerte, nos peleamos por conseguir harinas y azúcar que nos producen diabetes; mantequilla, mayonesa y aceite que nos sube el colesterol; espaguetis que produce obesidad y el café que produce adicción, entre otras tantas.

Todos estos productos “alimenticios” hasta hace dos años atrás nos decían que era prohibido para nosotros porque teníamos que tener una vida “Light” (ligera) para que nos mantuviésemos sanos y en procura de estar mejor alimentados. Pero con este proceso de abastecimiento con incitación al “no hay” que nos invita a comprar productos por cantidad y no por necesidad, más la complicidad de una distribución desviada, han llevado a esta  sociedad en la que estamos sumidos con participación de todos.


Tanto es el bombardeo psicológico, que nos produce una ansiedad de hambre a toda hora, un estrés que nos mata poco a poco porque no conseguimos  los que nos dicen que debemos buscar. No nos detenemos a pensar en las alternativas para no padecer en las “colas de la muerte”   y consumir alimentos más fiables y sanos. Solicitamos la muerte al gritar y maldecir por no tener en nuestros anaqueles los productos que antes rechazábamos sugestionados por los mismos medios que nos decían que "no", ahora nos dicen que "si"

Nos tienen montado en la olla...

Por eso pienso y luego hablo.-

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